IMPERIO BIZANTINO
El Imperio bizantino se constituyó de la división Imperio Romano, en el año 395, en dos partes: el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla y el Imperio Romano, con su capital en Milán.
Su nacimiento fue cuando el emperador Teodosio, al darse cuenta de los costoso y realmente difícil que resultaba mantener seguras las fronteras del imperio romano, tomo la decisión en el año 395 de dividirlo en dos: El imperio de Oriente y el de Occidente.
El imperio romano de Oriente fue entregado a su hijo arcadio. El imperio de occidente desapareció en el año 476 D.C a causa de los ataques germanos.
En Cambio el imperio romano de oriente conocido también como imperio bizantino sobrevivió a los ataques germánicos y vivió una época de auge hasta su caída en el año 1453 cuando el imperio Otomano conquisto su Capital, Constantinopla.
Hasta el año 751, cuando fue invadida por los lombardos, Roma formaba parte del Imperio Bizantino. En el 756, Pipino el Breve otorgó al Papa el poder sobre regiones próximas a Roma, surgiendo los Estados Pontificios.
El desarrollo del antiguo cristianismo hizo que el Obispo de Roma adquiriese gran relevancia tanto religiosa como política y que llegase a establecer a Roma como centro del cristianismo. Hasta que se anexionó al Reino de Italia en 1870, Roma fue la capital de los Estados Pontificios.
Hasta el siglo XIX el poder papal mantuvo siempre una constante lucha con el Imperio Sacro Germánico y otros poderes en Europa. A pesar de ello Roma se enriqueció y llegó a tener un gran peso internacional.
Para lograr este crecimiento se dieron una serie de hechos que contribuyeron a ello: la ciudad fue el mayor centro de peregrinación durante la edad media, la institución del Jubileo, en 1300, los concilios, el mecenazgo papal convirtiéndose en foco del renacimiento sustituyendo a Florencia y su influencia cultural.
El poder papal continuo hasta el siglo XIX.
Hasta el año 751, cuando fue invadida por los lombardos, Roma formaba parte del Imperio Bizantino. En el 756, Pipino el Breve otorgó al Papa el poder sobre regiones próximas a Roma, surgiendo los Estados Pontificios.
El desarrollo del antiguo cristianismo hizo que el Obispo de Roma adquiriese gran relevancia tanto religiosa como política y que llegase a establecer a Roma como centro del cristianismo. Hasta que se anexionó al Reino de Italia en 1870, Roma fue la capital de los Estados Pontificios.
Hasta el siglo XIX el poder papal mantuvo siempre una constante lucha con el Imperio Sacro Germánico y otros poderes en Europa. A pesar de ello Roma se enriqueció y llegó a tener un gran peso internacional.
Para lograr este crecimiento se dieron una serie de hechos que contribuyeron a ello: la ciudad fue el mayor centro de peregrinación durante la edad media, la institución del Jubileo, en 1300, los concilios, el mecenazgo papal convirtiéndose en foco del renacimiento sustituyendo a Florencia y su influencia cultural.
El poder papal continuo hasta el siglo XIX.
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